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El sistema cardiovascular de un deportista. ¿Cómo funciona?

Una completa y muy interesante guía acerca del funcionamiento del sistema cardiovascular de un deportista: sistema vascular, sangre y corazón.

Todos sabemos que el ciclismo y en general la práctica de cualquier deporte mejoran nuestro estado de salud y, de forma más específica, nuestro sistema cardiovascular. El ciclismo de montaña es uno de los deportes más recomendados a la hora de conseguir mayores beneficios para nuestra salud, debido al ejercicio sobre la bicicleta y a su práctica más que saludable al aire libre.

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El sistema cardiovascular

El sistema cardiovascular está formado por el corazón y un árbol vascular ramificado que recorre todo nuestro cuerpo donde la sangre se encarga de transportar el oxígeno y los nutrientes necesarios que nuestro organismo necesita y recoge los residuos metabólicos que el ejercicio produce.

Este complejo sistema responde al ejercicio físico cardiovascular generando adaptaciones que además de mejorar nuestro rendimiento, mejoran nuestra salud y la calidad de vida de cualquier persona deportista. Por ello, el ciclismo es considerado como uno de los mejores deportes cardiovasculares.

La circulación

El retorno venoso se produce en contra de las leyes de la gravedad. Los vasos venosos poseen válvulas internas que impiden el reflujo de la sangre. El ejercicio favorece el retorno venoso gracias a contracciones musculares dinámicas que bombean la sangre.

Nuestro sistema circulatorio es un circuito cerrado compuesto a su vez por dos circuitos más:

El circuito menor que corresponde a la circulación pulmonar es el encargado de llevar a los pulmones la sangre pobre en oxígeno y retornarla al corazón purificada con oxígeno.

El circuito mayor o circulación sistémica, es impulsado por el ventrículo izquierdo de nuestro corazón aportando sangre oxigenada a todos los tejidos del cuerpo.

Durante el ejercicio cardiovascular, se produce una redistribución del flujo sanguíneo aportando más sangre a los músculos activos. El sistema nervioso simpático reduce la cantidad de sangre aportada a nuestro estómago, intestinos, riñones y piel, mientras que se produce una vasodilatación en los vasos que aportan sangre a los músculos más activos durante el ejercicio. De esta manera nuestro organismo consigue aportar más cantidad de sangre, es decir, nutrientes y oxígeno, a las zonas del cuerpo que más lo necesitan.

En condiciones de reposo el flujo de sangre a través de los músculos varía entre 4 y 7 ml. por cada 100 gr. de músculo. Durante el ejercicio intenso este flujo puede aumentar hasta 60 u 80 ml. por cada 100 gr. de músculo. Es decir, el flujo puede elevarse entre 15 y 20 veces más durante el ejercicio.

La sangre

Con el entrenamiento cardiovascular se genera una mayor cantidad de glóbulos rojos, aumentando ligeramente el nivel de hematocrito en sangre. También aumenta la capacidad de transporte de oxígeno y mejora el rendimiento aeróbico.

Los hematíes, eritrocitos o glóbulos rojos son las células encargadas fundamentalmente de transportar oxígeno al resto de células del organismo.

El hematocrito es el porcentaje del volumen de glóbulos rojos en todo el torrente sanguíneo. Las cifras normales oscilan de 40,7% a 50,3% para los hombres y de 36,1% a 44,3% para las mujeres.

Cuando se realizan entrenamientos en altura (1500/1600 metros), el aporte de oxígeno en sangre se reduce, estimulando la liberación de eritropoyetina (EPO) desde los riñones. Con la EPO liberada en nuestro cuerpo, aumenta el número de eritrocitos en sangre, hasta que el aporte de oxígeno retorna a la normalidad.

El corazón. El motor del sistema

El corazón es la bomba principal que se encarga de enviar la sangre por todo nuestro organismo. Tiene el tamaño de un puño y sus latidos se deben al sonido que se produce al cerrarse sus válvulas.

Los latidos del corazón por minuto (frecuencia cardíaca, FC) son la referencia principal de la intensidad de un ejercicio físico. La FC máxima disminuye con la edad y no se modifica con el ejercicio físico. La FC mínima es menor en deportistas, ya que el músculo cardíaco es más eficiente y bombea mayor cantidad de sangre en cada latido.

Con la misma intensidad del ejercicio, las personas sedentarias o que no practican deporte de forma habitual mantienen una frecuencia cardíaca mucho más elevada que las personas deportistas.

Con el ejercicio cardiovascular, aumenta el tamaño de las cavidades del corazón. En conjunto, el corazón crece de una forma armónica sin que se produzcan desequilibrios entre el volumen de las cavidades cardíacas y los espesores de las paredes. Em la población sedentaria o no deportista las paredes del corazón son algo más delgadas que en las personas que practican ejercicio.

Con el ejercicio cardiovascular, pueden provocarse cambios estructurales en nuestro corazón de hasta un 25%. Como consecuencia de este desarrollo extra del músculo cardíaco, la FC en reposo disminuye considerablemente.

Durante el ejercicio, el corazón bombea llenando aún más sus cavidades y además con más frecuencia. El flujo de sangre del corazón puede aumentar desde los 5 l/m en reposo hasta los 30 l/m durante el ejercicio. La tensión arterial también se eleva hasta el doble que en estado de reposo.

Este máximo rendimiento del músculo cardíaco se consigue realizando entrenamientos con intensidades medias del 80%, siendo ésta la intensidad ideal para producir las adaptaciones cardíacas necesarias que mejorarán nuestro corazón y beneficiarán nuestra salud.

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